Maria miraba
por la ventana, la lluvia la hipnotizaba, desde pequeña le pareció un
espectáculo increíble, ella que se hizo agnóstica a través de los años, es lo único
que considera milagroso o un suceso único. Maria estaba sentada en la cama, desnuda aun, en sus manos tenia su ropa, pero aun no se
vestía, José ya estaba con la ropa puesta , como cuando llego, el seguía
conversando, su tono alto le impedía, ver que si bien físicamente Maria estaba
cerca, su cabeza no estaba ahí. Al escuchar Esto se termina acá ella cerro los
ojos por unos segundos y fue como volver a su cuerpo, darse cuenta que estaba
en una habitación de hotel con un hombre bastante menor que ella, no era la
primera vez que se encontraban pero si seria la ultima.
Maria tenia
su pollera en las manos pero sin moverse aun, miraba como José a paso veloz salía
de la habitación dejando la puerta abierta, ella le grito que se olvidaba su
casco, mas con la intención de hacerlo regresar y tratar de hacer que cambie de
parecer, que de que buscara su objeto olvidado, sin éxito en su deseo Maria se
vistió y dejo también la habitación.
Esto es
pecado Maria, esto es terrible…no pensaste en tus hijas y marido…!?
Tratando
de ser rápida pero sin mojarse mientras salía al estacionamiento del hotel,
Maria se imaginaba lo que le dirían sus hermanas, ellas que se vanagloriaban de
sus vidas pulcras y de la entidad del matrimonio. Con sus dos hijas ya crecidas
y formando sus propios hogares y un marido que encontraba mas placer en la compañía
de una botella que con ella, Maria hacia tiempo que se sentía sola, si bien
sabia que eso no la iba a ayudar en el juicio de valores que armarían en su
contra, ella se sentía sola.
En el auto
trato de respirar, de pensar claro, no sabia que hacer, solo sabía que tenía
que llegar a su casa antes que José, quien había amenazado de ir a contarle
todo a su marido. Ella no sabia que buscaba su joven amante, si era amor o
dinero, pero lo único que le importaba en este momento era detenerlo. Le pareció
una eternidad lo que tardo en encontrar las llaves en su bolso, mientras
buscaba llamo sin parar ni contar las veces a José, quien no atendía. Sus ojos
tristes comenzaron a llenarse de lágrimas, tan rápido que no quedaba lugar para
ver, solo para recordar, así uno tras otro comenzar a caer los recuerdos, de su
marido y sus hijas, a el lo conoció en la iglesia que iba todos los domingos
con sus hermanas, el era mayor que ella y pertenecía a una familia de bien, que
era lo que repetían hasta el hartazgo todo el mundo sin siquiera saber su
nombre, su noviazgo fue corto por que ella quedo embarazada de su primera hija
y no les quedo otra que casarse antes que se note la creciente panza. Pronto
vino su segunda hija y una vida dedica a otras personas pero sin mirarse su
propia cara, una rebeldía encontrada en su vida madura la llevo a alejarse de
todo lo aprendido de niña, la religión y la iglesia, ella siempre se excusa de
creer en lo que ve, de ser una persona sin fe ni esperanza en asuntos mágicos
como le gustaba decir a ella solo para hacer enfadar a su marido.
La lluvia
no cesaba y los autos en la avenida principal parecían monumentos de arena que
se endurecían por el agua y no se movían, siguió en el trabajo de llamar a José
e intento también comunicarse con su marido, quien tenia el teléfono apagado,
en su cabeza hacia cuenta y sabia que José no podía haber llegado, ni aun en su
moto y esquivando autos, Maria secándose las lagrimas recordó un camino que
siempre suele tomar su marido, que es mas corto y así podría tratar de llegar
antes que José.
Mientras conducía
llorando Maria hablaba, se imaginaba frente a su marido, trataba de encontrar
una manera sutil de comentarle que hacia un mes se venia viendo semanalmente
con José, que lo había conocido en su casa cuando este vino a arreglar unos
desperfectos en el baño, que la hacia sentir linda y que la hacia reír,
provocándole una electricidad que hacia años que no tenia, repetía una y otra
vez perdón, perdónenme si bien seguía dentro de su auto, en su cabeza ya tenia
a toda su familia en frente, su marido con el vaso en la mano, sus hijas siendo
abrazadas por sus maridos y sus hermanas con mirada cortante y piedras en las
manos.
El golpe
fue seco, el ruido de las llantas fue cortante, las miradas de las cuatro
esquinas se dirigieron a un solo lugar y la sombra del cuerpo parecía que
tomaba vuelo sin saber donde aterrizar.
Todo pasó
en un segundo, el golpe, el ruido y las miradas. Maria iba justo a doblar y no
vio lo que venia a gran velocidad, solo noto que tenía puesto el cinturón de seguridad,
y una débil confianza que tenia el giro a su favor. Siguió los rastros que dejo
la estela de aceite en la calle, para ver que había golpeado, las dos ruedas recibían
la lluvia aun girando, estaba todo al revés y al abrirse un poco la gente que
rodeaba al cuerpo que estaba en el piso lo vio y supo. Ellos se miraron unos
segundos, ella sangraba y el también, ella respiraba y el no. Trato de hablarle
pero no pudo, trato de decirle que no fue a propósito, pero solo lo pensó. En
su cabeza grito José y se desvaneció.
La mañana
siguiente, Maria abrió los ojos, le pareció un deja vu volver a escuchar - Esto
se termina- pero esta vez de su marido que al aparecer la estaba regañando por
manejar sin anteojos, ella solo pestañeo, tenia un cuello ortopédico y un
fuerte dolor de cabeza, observo a su alrededor, se encontraba en una apagada
habitación de hospital, el marido le mostraba una tarjeta de un oficial de policía,
pero le decía que se quede tranquila ya que el había contestado las preguntas a
su nombre, ella pestaño nuevamente. Durante el día Maria recibió las visitas de
sus hijas, alegrándose de ver a toda su familia junta aunque fuera por pocos
minutos, una vez que se fueron todos le pidió a una enfermera que le ponga una
silla frente a la ventana, quería ver la puesta de sol y una vez así en la
soledad que tanto rechazaba y con una pequeña brisa infiltrada que le
acariciaba la cara, Maria miro el sol y agradeció, sin saber a quien, este
milagro de una segunda oportunidad que había recibido.