ojos cerrados, ojos abiertos

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lunes, 1 de abril de 2013

PIZZA, LASAÑA Y MUCHAS LATAS DE COCA


Con este relato cierro la ventana de mi viaje en 1989, con 11 años haber viajado a otro país fue una experiencia única, la cual siempre estaré agradecido a mi vieja por dejarme ir y a mi padre por llevarme.
La comida siempre fue importante en mi vida y en este viaje a Italia no iba a ser la excepción.
Apenas llegados a Roma y ya hospedados en un lindo y pequeño hotel del centro de la capital italiana, con mi viejo fuimos a almorzar a un humilde, pero calido restaurante, el se pidió un vaso de vino tinto y yo me pedí una gaseosa, a la hora de pedir yo quería seguir mi aventura y ordene un plato poco conocido para mi en ese tiempo, sorrentinos a la crema, hasta el día de hoy me dura la frustración, si bien decir que plato pidió mi viejo seria mentir, ya que no me acuerdo lo que el almorzó, lo que si no me borra fue el deseo de comer lo que el comía, mi desilusión se baso en la cantidad que en la calidad, el gusto estaba bien, aceptable, pero eran solo 3 sorrentinos en mi plato. Definitivamente fue un mal comienzo que después se iba a revertir solo.
Además de conocer toda la belleza y cultura italiana, conocí a las maquinas expendedoras de latas de gaseosas, creo que mi viejo juntando todas las monedas que le pedí a lo largo de nuestro viaje se hubiera podido comprar un pequeño departamento allá o acá, donde el quisiera.
La pizza merece también un párrafo aparte, ya en Calabria, íbamos con mi primo al bar donde trabajaba nuestra prima quien nos regalaba esas gigantes porciones, que para comerlas tenias que doblarlas como quien dobla una carta antes de meterla el sobre. Simplemente muzzarella era una delicia y la de pepperoni te hacia sentir que existía un paraíso.
El punto mas alto culinario fue una lasaña que mi tía preparo un domingo al mediodía, ellos no le ponen carne como habitualmente uno podría llegar a comerla acá, mucho queso, y la masa crocante que simplemente el ruido ya te induce a un placer que te hace desear que el tiempo se pare en ese momento, ese domingo, después de comer 3 platos de lasaña, y viendo que no me ofrecían mas, como ya tenia vergüenza de pedir mas y mas, me pare junto a mi tía que todavía estaba cocinando para la familia mientras el almuerzo se llevaba a cabo, mi misión fallo, ella no me ofreció mas, imagino ahora que era por que los demás miembros de la flia, que eran muchos, tenían que comer también.
Tía Antonieta, descuida no te guardo rencor por no ofrecerme un 4to o 5to plato, simplemente te agradezco por tamaño manjar.
Cerrando y sin olvidarme de las picadas que nos brindaban cada familiar que íbamos a visitar, no puedo omitir el día que mi viejo les quiso cocinar a todos un asado a todos sus parientes calabreses, el hecho toma relevancia ya que en vez de condimentarlo con sal lo hizo con azúcar, igual fue algo que no paso a mayores y se soluciono fácil. Nadie se hizo problemas y menos yo, estaba rodeado de familia y rica comida.
El viaje termino, regrese con 10 kilos de mas a Buenos Aires, 10kg en 40 días, no me interesa sacar al promedio que habré subido día a día, me quedo con los buenos recuerdos y los sabores que aun tengo presentes.
Buon appetito

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